Articles sobre literatura escrits pels amics de la llibreria Món de Llibres.
FAUSTO | 20 Gener, 2011 08:00
Encontré cinco rasgos esenciales, irrenunciables, que debe tener toda novela futura que quisiera sentirse perteneciente al nuevo siglo: La “intertextualidad” (escrita así, entrecomillada). Las conexiones con la alta poesía. La escritura vista como un reloj que avanza. La victoria del estilo sobre la trama. La conciencia de un espacio moral ruinoso.
Enrique Vila-Matas. “Perder teorías”.
Vila-Matas me cuenta que el día de su cumpleaños decidió releer un librito de César Aira llamado Cumpleaños.
“Aira me apasiona como a un enigmista una paradoja o a un matemático una incógnita a despejar”-me dice. “En mi lejana y elástica juventud, mencionar su nombre, a pesar de que por entonces sólo hubiera publicado dos o tres novelitas muy raras, era adquirir renombre como ultramoderno o incluso, para los más arraigados en el mainstream, iconoclasta.
Todos estaban obnubilados por un tipo de literatura comprometida que limaba un poco las asperezas de la mala conciencia, o en historias pseudo mágicas envejecidas antes de tiempo, concretamente desde el momento en que los libros de Aira, aparentemente menores y descuidados, irrumpían desde un país en que el eufemismo o la obviedad se trenzaban en duelos no sólo literarios.
Aira no hacía ficción con dolores recientes, ni mencionaba abusos o injusticias cotidianas. Hablaba de indios que pensaban como sofistas, de una cautiva que se hacía rica criando faisanes, o de matrimonios que esperaban un hijo en una atmósfera gótica y carente de luz, sin utilizar recursos banales ni exageradamente mágicos. No podías, leyendo a Aira, integrarte al grupo de los jóvenes comprometidos, ni al de los supuestos hechiceros del lenguaje. Te condenaba a pertenecerte sólo a ti mismo y a no poder compartirlo con nadie, porque nadie lo había leído y porque el que lo hubiera intentado se habría alejado desilusionado al no haber encontrado ningún fuego artificial que le iluminara el camino”.
Hace una pausa. Una ballena en un instante infinito.
“Aun conservo un ejemplar de La Luz argentina, su tercera novela, en su primera y única edición de 1982. ¿Cuántas veces la he leído sin haber podido resolver todavía el misterio de su estilo? ¿Cuántas veces he leído la historia de Ema, la cautiva, sin saber exactamente qué pasa en esa nouvelle tremendamente bella y ambigua?
En fin, la cosa es que releí de una sentada Cumpleaños, y a pesar de que Aira se refiere a su 50 aniversario, cantidad apenas divergente del mío, no pude menos que olvidarme de mí mismo por un rato y concentrarme en el punto preciso desde el que extiende su estrategia narrativa: el error inicial del que se deriva toda una vida equivocada.
En la novelita, la manifestación del error se produce mediante un chiste malo referido a las fases de la Luna. Aira a los cincuenta años cree que se deben a la sombra que proyecta la Tierra al interponerse entre la Luna y el Sol. Su mujer lo corrige. Las fases se deben a las propiedades de la luz sobre una esfera. La Tierra no tiene nada que ver.
El supuesto hombre de genio, para hacerse el gracioso, hace una observación cómica que no hace reír a nadie y que su mujer corrige. ¡Casi una viñeta costumbrista! Y descubre que si estaba equivocado desde niño en algo tan obvio, entonces, es posible que derivando de ese error original sus creencias y escasas actividades, toda su vida haya sido una equivocación, una mera sumatoria de errores indiferenciados. Debes darte cuenta que este descubrimiento es terrible para alguien que solamente se dedica a leer y a escribir ficciones, por cierto, actividades que necesitan de un paréntesis dentro del cual esconderse para no hacer otras. (Recuerda, me dice al oído, que hasta la preponderancia del mundo urbano, en el campo, leer ficción, era algo peor que una extravagancia).
Ficción, mentiras que alguien, un escritor, se inventa mientras no vive. ¡Y qué no-vida la suya que, desde entonces, hace ya treinta años, ha publicado un promedio de dos libros anuales! De esa recién adquirida conciencia, a los 50 años, de vida no vivida, escrita, leída y errada, es de lo que trata Cumpleaños”.
Se toma un tiempo antes de seguir. Podría parecer que es para darme un momento de reflexión, pero también para jugar por un rato al buda sereno, con el nirvana al alcance de la mano.
“O tal vez no”, me dice, rechazando el nirvana y aceptando la ironía. “Tal vez trate de un tipo que se distrae de su cumpleaños y de todo lo que ello implica, mientras lee un libro que se llama Cumpleaños”.
Gabriel Bertotti
Llibreria Món de llibres
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