Articles sobre literatura escrits pels amics de la llibreria Món de Llibres.
FAUSTO | 06 Juny, 2013 10:28
“Sapientia: Ningún poder, algo de saber, algo de sabiduría y el máximo sabor posible”
Roland Barthes. Lección inaugural Colegio de Francia.
El Tiempo es una manera de hablar.
Y si es cierto que todos estamos solos es también entonces una categoría excesiva que se suprime cerrando la boca.
El silencio es una manera de Eternidad.
Por eso atreverse a hablar es mucho más que abrir la boca.
Estamos ardiendo en un desierto desolado. No hay protección y el sol carece de piedad.
Sobrevivimos anhelando la lluvia, administrando las fuerzas, racionando las provisiones.
Los que siguen nuestra derrota desde la protección de los árboles o desde la constante distracción de los riachuelos de montaña no entienden cómo sobrevivimos en un mundo en el que todo es falso o imaginado.
Ellos construyen sus cabañas con madera y piedra y ofrendan sacrificios a los dioses ansiosos; nosotros dormimos al raso, cubiertos con las telas de nuestros vestidos, sospechando el agobio del techo o de la pared, sabiendo que los dioses están tan interesados en nosotros como nosotros en las hormigas.
Fuimos nómadas, y antes del horror y la destrucción, convertidos en señores sedentarios, nos destacamos en las artes de la navegación y el comercio, hasta que la densa sal hizo imposible cualquier singladura y el viento ardiente secó las huertas y mató las palmeras.
Pero no estamos tristes, a pesar de ser un pobre consuelo, la desgracia nos ha unido más firmemente que nunca, marido con esposa, hermano con hermana, padres con hijos, y la abuela que se encoge de hombros y que musita el epitafio a cualquier derrota: ¿Qué podemos hacer?
Como rotunda respuesta alguien saca el único libro que hace dos milenios salvamos de las llamas y de la voracidad de las polillas; un tal Tito Lucrecio Caro, del que nada sabemos, lo escribió para alejar el temor y fomentar una serena alegría; abriéndolo al azar comienza a recitar la extraña letanía que siempre nos consuela:
El universo no tiene creador ni ha sido concebido por nadie.
El alma muere.
No existe el más allá y la muerte no es nada para nosotros.
Y todos, al unísono, repetíamos:
¡Y la muerte no es nada para nosotros!
Todas las religiones organizadas son ilusiones de la superstición y son invariablemente crueles.
No hay ángeles, ni demonios ni fantasmas.
Y algún niño, en voz baja: ¡Qué lástima!
Y ya cuando se apaga el fuego, tres minutos antes de la aurora, todos juntos:
El fin supremo de la vida humana es la potenciación del placer y la reducción del dolor.
Y de nuevo, los niños:
¡Eliminad esperanzas e ilusiones!
Y nos callamos y experimentamos gran gozo contemplando la salida del sol.
Y entonces, una lluvia imaginaria alivia la tierra cuarteada y la piel reseca.
Y, serenos, seguimos camino por siempre jamás.
Gabriel Betotti
Llibreria Món de llibres
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