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Articles sobre literatura escrits pels amics de la llibreria Món de Llibres.

Temporada alta. La mirada lúcida de Nadal Suau.

FAUSTO | 24 Octubre, 2019 11:51

Yo fui tonto mucho tiempo.

                                                                          

Este libro que comienza con un símbolo y termina con un talismán

no es la crónica de una ciudad.

O no es solamente la crónica de una ciudad.

Es muchas cosas a la vez.

Este libro no es lo que el autor cree que es.

O no es solamente lo que el autor cree que es.

Un libro es importante cuando surge por sí mismo como una nueva realidad inesperada.

Como si a pesar de ser irremediable pudiera ser considerado un accidente o un error.

El autor es una falacia y un fracaso.

Todo orden es superstición.

Temporada alta es la crónica de la construcción de un pensamiento.

Es la crónica de las variables y posibilidades que median entre la historia y la distopía.

Es la construcción de un artefacto como hipóstasis de los empeños de esa mente inquieta, desprovista de subjetividad y melancolía, haciéndose tan contundente en su materialidad como una fuente en una rotonda, una estatua vacía que se repite en otro mundo o el sendero de detritus urbanos que te conduce sano y salvo de vuelta a tu hogar.

¿Quién es ese que habla?

Ese que piensa.

¿Desde dónde dice lo que dice?

¿Cómo logra la objetividad de sus enunciados apocalípticos?

¿Cómo sobrevivir a la frase que concluye con que todos los ciudadanos y sus vidas y sus expectativas se licúan en un fantasmagórico ser nuevo, producto de una industria que disecciona conciencias y tiempo en puro presente vano, llamado "turista"?

La maquinaria comercial y financiera que rige el capitalismo busca que todos seamos turistas de nuestras vidas transitando por un perenne centro comercial que antes se llamaba "ciudad".

El autor deberá entonces ser un infiltrado, un espía que sabe que para construir una gran mentira es indispensable que el contexto sea verdadero pero que los detalles sean tan precisos como un unicornio.

En eso se fundamenta el arte de la publicidad y de la gran literatura.

Solo recordar lo que es una invención y no ha existido jamás.

Y si bien este libro, esta indagación aérea de una mente que sobrevuela como un dron el centro privatizado, las playas ahogadas por delirios de idiotas, las ruinas hundidas bajo la luna y las terrazas habitadas por oligofrénicos, es una de las más profundas y cruelmente divertidas disecciones sin anestesia del nuevo capitalismo, es también el último de los eslabones de una determinada tradición romántica que postula que nunca es gratuito el avance tecnológico, la ciega servidumbre a la alegría exultante de esputos y semen cuajado del capitalismo más atroz. El autor resalta un verso de Audre Lorde: "En el centre d'una ciutat dura i espectral/ totes les coses naturales són estranyes" que me recuerda aquel otro de Octavio Paz que dice: "Todo lo que me nombra o que me evoca/ yace, ciudad, en ti, yace vacío,/ en tu pecho de piedra sepultado".

Semejanzas, convergencias y hallazgos comunes más allá del tiempo, tan válidos para el Londres sórdido de William Blake reconvertido en el inmenso crucero que navega quieto sobre el que escribe Ian Sinclair o para el Buenos Aires demolido por Martínez Estrada o para el metastásico México de Paz, tan cercanos a la Palma de Nadal Suau y a los delirios de cualquier niño salvado por la poesía cuando descubre que nada en una ciudad es previo a lo humano, que todo es resultado de una ordenanza, de una arbitrariedad o de un milagro.

Un eslabón final que traza una simetría y un compromiso: cuando se busca la verdad no hay lugar para el autoengaño ni para la nostalgia.

La lucidez está manchada de sangre y de mierda.

La mente liberada que construye este libro está tan tatuada como la piel que ha dejado atrás, como las paredes de las ruinas, como las chapas de los portones mecánicos, y esos tatuajes que surcan algunas de las letras de toda las palabras deben ser entendidos como las muescas que indican un logro personal, una declaración secreta que define a un hombre y que brilla por su originalidad y valentía en un mundo público en el que lo privado es la última forma de resistencia a los embates de un ego lascivo y puritano.

Este libro es la crónica de la lucha por la construcción de una nueva ciudad mutante entre los anónimos y deslocalizados fondos de inversión y los ciudadanos que se niegan a renunciar a su nombre. Y esta lucha es trascendente porque lo que está en juego es la supervivencia del modo de cultura nacido en las ciudades, parido por la interacción en las plazas y bares entre los ciudadanos que se daban a sí mismos y a su ciudad un destino.

De ahí que no sea casual la irremediable eliminación de los espacios públicos y la sustitución de todo lo permanente y lento por lo fugaz y vacío.

Seremos, si ellos vencen, simplemente gente que está de paso en ciudades ajenas.

Y así, este libro es un manual de supervivencia para tiempos convulsos, que le permita a la ciudad enajenada reconocerse frente a la imagen que le devuelven los charcos, como si la perentoria pesquisa que lleva a cabo la mente del autor fuera la única manera en que puede, con rigor y belleza, llegar a tener conciencia de sí misma.

Este es un libro político en su sentido más arcaico y puro, seminal, como gustaría decir al autor, ya que fue escrito por un habitante nacido y crecido en una polis que se sigue construyendo y destruyendo simultáneamente a partir de la tensión secular entre la ecuación costo/beneficio que rige aquí desde el neolítico, el bien común postulado por Aristóteles como finalidad de la acción política de los que siempre terminarán amargados y perseguidos y los algoritmos de aumento del beneficio de las patrias empresariales que intentan gobernarnos.

Es una experiencia de funambulista en la que el texto hace un extraño equilibrio entre un conjunto apabullante de datos contrastados y sus consecuentes reflexiones y un misterio que se fundamenta en "la imaginación razonada" inventada por Borges para definir la literatura fantástica. Y todo ello sin red, en la confianza absoluta en la capacidad del lector para darse cuenta o para no enterarse de nada y olvidarlo todo.

El destino de todo libro es integrarse en la memoria del lector entusiasmando su imaginación o en servir como tope de la pata más corta de una mesa desequilibrada.

Para concluir, un libro para sobrevivir en el tiempo debe narrar una historia de amor.

Este libro lo hace.

Solo escribe así un hombre enamorado y agradecido que ha decidido compartir con cada uno de nosotros el profundo compromiso que te exige el conocimiento de la verdad.

                                               Begoña y yo nos fuimos a

                                               dormir tarde y entre risas.

Gabriel Bertotti 

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