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Historia de Los Angeles de Gabriel Bertotti

FAUSTO | 13 Gener, 2021 10:33

De espaldas a un mercado editorial plagado de bestsellers y libros de autoayuda que se venden a la misma velocidad con la que se olvidan, muy bien editado por la editorial mallorquina Sloper, Gabriel Bertotti acaba de publicar Historia de Los Angeles.

Un nuevo libro que con valentía, sin prejuicios y con un estilo que ya le es propio, trata de aventuras ausentes, historias inconclusas, y como no podía ser de otra manera, también sobre cine y literatura, siguiendo la línea conceptual de Margen Crítico y Margen Cínico, sus dos trabajos anteriores editados por Món de Llibres.

A riesgo de quedarse solo, pero confiado en aquello que decía Cortázar, Gabriel Bertotti escribe para un lector activo, “un antagonista fraternal”, que de alguna manera – sin ser elegido de antemano por el autor- se convierte en un hermano, participa y lucha con el escritor en el trabajo de creación de la obra.

En virtud de una larga amistad con Gabriel tuve el privilegio como lector de comentar, por así decirlo, en tiempo real, la lectura de este libro con el autor. Toda una experiencia, donde, con mucha alegría y no pocas coincidencias, terminé de convencerme, y esto también se lo debemos a Cortázar, que la manera de leer un libro hace del mismo libro muchos otros libros. Algunos escritores, muy pocos, obran el prodigio de escribir un libro diferente al que hemos leído. Este es uno de ellos. Con qué intención ha sido escrito, cómo el aedo templa la cítara antes de cantar la epopeya, mejor que yo, lo dice en el prólogo Conejo Wilson.

Historia de Los Angeles está compuesto por un conjunto de ocho relatos independientes y de una novela breve que lleva el mismo título del libro.

Los críticos han clasificado a este libro, sobre todo a la novela corta, como un juego metaliterario-palabra que a mí también produce escozor-; pero, cabe señalar aquí, otra vuelta de tuerca, porque si bien el cine siempre se ha nutrido de la literatura, en este caso, igual que en Margen Cínico, es la literatura la que se alimenta del cine:

Bertotti se apodera de Faulkner y Chandler, su prosa es un calco, todas las voces son la misma; igual que a Lázaro, los revive, los convierte en personajes de ficción y, jugando con la posibilidad de que se hubieran conocido, los encierra en un sucucho de los viejos estudios de donde no quieren, o no los dejan salir. Las viejas glorias de la literatura americana hablan y beben sin parar: no sabría decirles si esto es metaliteratura, esto es Niebla en Hollywood. Un sentido homenaje, carente de solemnidad y medallas, pero lleno de ternura y respeto, a dos grandes escritores que tanto han influido en la obra de Gabriel.

Como si esto fuera poco, Bertotti toma prestadas escenas míticas del cine bélico americano y las incorpora en el relato, ordenándolas, conforme a los personajes, o bien a como se le da la gana. Por ejemplo, en El Invitado, un relato que sucede en Vietnam, el taciturno Capitán Willard, de Apocalypse Now, le pone una pistola en la cabeza al Cabo Bufón, de Full Metal Jacket, “marine y corresponsal de guerra en Barras y Estrellas”. Un juego tan osado e inesperado como arriesgado, que sorprende, divierte y conmueve a quien ama a los libros y al cine sin alejarse ni por un segundo del rigor de la trama ni perder el sentido que Bertotti ha querido darle al relato. Pues, yo no sé cómo lo hace, pero lo hace…No hemos venido aquí para descubrir las trampas del mago, sino a disfrutar del espectáculo, y al que me hable de plagio lo espero en la esquina…

Con todo respeto, jugando al mismo juego, de los demás relatos puede decirse que Fuego en Kokoro, parece haber sido escrito ebrio, con Albert Finney bajo el volcán de Malcolm Lowry. Para acabar con la soledad, errante por el desierto de Travis, compartiendo aquel silencio loco, autista, de Pascal Quignard. Cosas que no le dije a ella, también podría llamarse “Cosas que no le dije a Juliette Binoche” o Malasangre en Buenos Aires”, y me recordó aquel infierno tan temido por Onetti. En La Balada del vagabundo, el narrador parece haberse perdido en algún laberinto de Borges, pero lo acompaña el mismo ángel que a James Stewart le salvó la vida en Qué bello es vivir. Salir afuera, muy cerca de Kafka, el personaje se mira en los mismos espejos donde se acicala la dama de Shangai. Agua de vida, fragmentos de novela negra en estado puro, mariposas de bar sin Mickey Rourke.

Además de pedir disculpas por mis ocurrencias, también debo decir que todos los relatos han sido escritos bajo el hilo conductor del amor, porque, aunque se puede escribir con la impunidad que a los escritores otorga la ficción, así como no se puede vivir sin amor, no se puede escribir sin amor.

De la novela corta, compartiendo los elogios que ya han dicho otros lectores, diremos que es una obra en sí misma, una joya literaria escrita con la prosa, la acción, los detalles, y la elegancia de las mejores novelas clásicas del género negro; que es todo un acierto la voz femenina que narra la historia; que el desenlace de la trama no es menos importante que lo que se cuenta; y que por momentos uno no sabe si está leyendo Historia de Los Angeles o viendo en el cine El Crepúsculo de los dioses, a Gloria Swanson escribiendo su vida en una libreta. Más que un homenaje a Dashiell Hammett, a Scott Fitzgerald, al cine y al mundo del cine, esta novela es el guion perfecto para una película que cualquier director, amante del cine y millonario, ya debería estar filmando.

Sin más citas ni disculpas, con el mayor entusiasmo recomiendo este libro a todos mis amigos y a todos aquellos lectores que todavía creen en la magia del cine y la literatura.

Alex Armega

 

 

 

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