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Articles sobre literatura escrits pels amics de la llibreria Món de Llibres.

Conocer y Leer

FAUSTO | 16 Abril, 2009 07:00

¿Podría alguien resumir su experiencia de vida en unas pocas palabras? ¿Se puede decir: “He aprendido esto” y soltar un párrafo?
¿Se puede ir hasta la misma esencia de las cosas y mencionarla en una simple oración?
Muchos lo han intentado, casi todos dejándose llevar por infinitos prolegómenos y cansadores prólogos y agobiantes parágrafos: Hegel, oscureciéndolo todo, pero también Kant, aclarando hasta las más elementales minucias. Otros han intentado ser menos arduos con el sufrido lector y le han entregado cierto conocimiento con suma cortesía, brevedad y claridad. Wittgenstein por ejemplo y su demoledora conclusión:

La mayoría de los problemas filosóficos son malentendidos del lenguaje, enunciados mal formulados, de ahí que de aquello de lo que no se puede hablar es mejor callar.

Y entonces, ante semejante abismo de silencio, escritores como Beckett o Ionesco se atrevieron a ir más allá y formularon un extraño lenguaje, hablado por aquellos que como Paul Klee estaban entre los no nacidos y los muertos.
Muchos años atrás, el viejo Gautama Buda, resumió con mayor belleza y profundidad esas enseñanzas básicas que agrupaban todo el conocimiento del universo, lo curioso es que por la misma época, más al norte, los taoístas hacían lo mismo, atravesando la realidad con bellísimos relámpagos verbales.
En síntesis: la razón del dolor y del miedo es el deseo. Cuanto menos deseo menos dolor. La aceptación de mis infinitos límites y de mi carencia de comprensión de la realidad oculta del universo debería poder liberarme del miedo ante la incertidumbre. Ya lo hemos dicho en algún lugar: las grandes sabidurías no son más que sistemas terapéuticos de adaptación a la incertidumbre: el yoga por ejemplo. Pero también el arte: la pintura y la poesía, la prosa y la música serían cánticos de aceptación jubilosa del gran misterio.
Alguien podría decir: ¡hábleme del deseo!
X quiere ir de A a B. Desea por sobre todas las cosas llegar a B, por lo que en el camino desecha el conjunto de infinitas variables que le ofrece el Mundo a su paso, y se pregunta, antes de morir consumido por el terror de nunca alcanzar su meta: ¿valía la pena?

Todo Kafka trata de consolar con cierto humor esa imposibilidad, puesto que como diría un psicoanalista, el deseo es un lugar sin garantías.
Y todo el Borges más poético trata de transformar el dolor en anestesiante y bella aceptación.
Hemingway lo vería de manera diferente: ¡Pussycakes! les diría en su exquisito slang de los Grandes Lagos.
Un hombre puede ser destruido pero jamás vencido.
Kafka aceptó su tuberculosis y murió apagándose entre esputos y sangre. Descendió al más sucio de los infiernos sin una queja, sin alzar jamás la voz.
Borges ante la flor del cáncer que se extendía por su pecho eligió aceptarlo como el regalo de los dioses y formalizó su único amor con su única muerte.
Hemingway se pegó un tiro.
Ni aceptó nada ni se resignó a nada.
¿Puede ese tiro en la frente, ese amor mortecino o ese esputo sanguinolento ser la síntesis de la experiencia de toda una vida de la que hablábamos al principio?
¿No son entonces las palabras las que manifiestan la verdadera sabiduría?
Y si esto fuera así, ¿para qué leemos?
¿Qué buscamos en las malditas palabras?
No lo sé. Sólo sé que durante gran parte del día deseo fervientemente llegar a casa y sentarme en ese sillón a leer.
Y entonces se produce el milagro: por medio de la austera belleza entiendo algo y me relajo.

Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte, convergen los caminos que me han traído a mi secreto centro. Esos caminos fueron ecos y pasos, mujeres, hombres, agonías, resurrecciones, días y noches, entresueños y sueños, cada ínfimo instante del ayer y de los ayeres del mundo, la firme espada del danés y la luna del persa, los actos de los muertos, el compartido amor, las palabras, Emerson y la nieve y tantas cosas. Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro, a mi álgebra y mi clave, a mi espejo.
Pronto sabré quién soy
.

Aún no he aprendido nada pero ya estoy más calmado, tanto que sin culpa ni temor disfruto de la lluvia.

Gabriel Bertotti

Comentaris

  1. Joan López Ferré
    La Angustia del Conocimiento

    Aunque la angustia de la corporiedad nos persiga a lo largo de la vida hasta que nos podamos desprender de la causa y el efecto en un mismo heroico acto, podemos decir con Samuel Jonson:

    Es necesario esperar,
    aunque la esperanza
    haya de verse siempre frustrada,
    pues la esperanza misma constituye una dicha,
    y sus fracasos, por frecuentes que sean,
    son menos horribles que su extinción.

    Joan López Ferré | 18/04/2009, 09:37
  2. ¡Flor!
    Re: Conocer y Leer

    Aún. Di aún. De algún modo aún. Hasta en modo alguno aún. Dicho en modo alguno aún.

    Di por sea dicho. Mal dicho. Desde ahora di por sea mal dicho.

    Di un cuerpo. Donde ninguno. Sin mente. Donde ninguna. Al menos eso. Un sitio. Donde ninguno. Para el cuerpo. Que esté. Que entre. Salga. Vuelva. No. No se sale. No se vuelve. Sólo se está. Dentro. Dentro aún. Quieto.

    Todo de antes. Nada más jamás. Jamás probar. Jamás fracasar. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.

    Samuel Beckett. Rumbo a peor.

    ¡Flor! | 19/04/2009, 08:10
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